domingo, 28 de agosto de 2016

13. Demasiadas conversaciones.

— O sea que, entre una cosa y otra, no ha sido un primer día memorable, ¿verdad? —dijo Niall.

       Era de noche. Los pasillos se encontraban repletos de alumnos que se encaminaban hacia el Gran Comedor para la hora de la cena. El olor a carne asada y sopa caliente inundaba los estómagos de todos ellos. Harriet, Niall, Ryan y Dianne presidían el pequeño grupo, mientras Taylie iba contándole a todos sus primeras impresiones de cómo eran las clases y los nuevos profesores. De Geneva nadie hablaba. Ninguno mencionaba lo que había pasado, salvo ellos cuatro, que parecían darle muchas vueltas, buscándole teorías y diversas explicaciones. Harry iba callado y ausente, Harriet pensó que era por la reunión que tendría después de la cena con Christina.

    No era así como esperaba que fuera, la verdad —dijo Arianne con gesto compungido. Miraba esta vez a Harry también con gesto triste, acercándose lentamente a Harriet — ¿Crees que hablará de verdad con Christina?
    Parece que sí… Está convencido —añadió Harriet.
    ¿Creéis que de ahí puede salir algo bueno? No quiero sorpresas este año por parte de nadie… Bueno… —Niall miró a Harriet y sonrió—. En realidad sí me gustan las sorpresas, pero no para Harry.
    Tenemos que dejar que solucione esto él como considere. Es mayorcito —dijo Harriet.
    ¿Con Christina también hay que dejar que solucione las cosas? ¿Después de haberle entregado como lo hizo? ¿Qué será lo siguiente? Podemos dejar que dé un paseo por Hogsmeade con Daniella Gaunt, claro que sí —añadió con retintín.

Harriet se acercó a Niall y le puso una mano en el hombro en señal de tranquilidad. Éste pareció pillar la señal y se calmó el resto del camino al Gran Comedor.

    ¿Cómo pasó exactamente, Harriet?

Harriet volvió a relatar lo que había contado ya una decena de veces a Frank, Taylie, Ryan, Niall y Dianne.

    … y entonces empezó a llorar muy fuerte y comenzó como a convulsionar y a hablar de todo un poco sin ningún sentido. Arianne salió corriendo a pedir ayuda y el profesor Snape y Madame Pomfrey llegaron corriendo, la tumbaron en el sofá de la sala común y pareció calmarse. De todas maneras, me han dicho que de vez en cuando le meta esto en la bebida sin que se entere —dijo sacando una botellita de cristal con un líquido de color granate—. Es relajante de puffapod.
    Menos mal que estabais con ella, ¿podrían darle esos ataques cuando está sola? —inquirió Dianne.
    Conmigo le dieron de vez en cuando pero no de esa manera —explicó Ryan—. Solo se limitaba a llorar mucho o a darse golpes con las cosas, justo como ya dije que hacía Dobby. Se confunde y luego se olvida, pero el recuerdo es más vívido que nunca, se acuerda hasta de cosas que yo no me acuerdo.

Todos miraron a Geneva, que parecía feliz con Taylie hablando de lo que había aprendido en la clase de Encantamientos. No mostraba ningún indicio de haber sufrido ni el más mínimo ataque, ni siquiera tenía los ojos hinchados de todo lo que había llorado. Estaba con aire alegre, moviendo su túnica de Gryffindor con efusividad. Harriet miró al suelo preocupada, pensando si eso era lo que le esperaba a su amiga el resto de su vida, o si de lo contrario todo aquello tenía algún antídoto o alguna manera de mejorar su condición. De nuevo, el murmullo de la palabra «don» volvió a golpear su mente como una rama del Sauce Boxeador.

Llegando al Gran Comedor, cada uno se despidió y se sentó en su respectiva mesa, observando los suculentos platos que se les presentaban delante. Harriet y Geneva se sentaron en un lado juntas, mientras que Zayn y Arianne se sentaron justo enfrente.

    ¿Estás preparadas para mañana? Yo la verdad es que no —dijo Zayn, mientras se ponía un poco de sopa caliente en el plato—. A primera hora tengo Búsqueda de Encantamientos Peligrosos… Parece bastante interesante, pero a saber.
    ¡Yo estoy emocionada! —alegó Arianne—. Al fin y al cabo es lo que me gusta, así que nada de miedos.

Se quedaron en silencio y miraron a Geneva, que decía algo en voz baja, hacia su plato, como si pudiera escucharla.

    ¿Tú que tienes a primera hora, Geneva? ¿Lo recuerdas? —preguntó Harriet.
    Eh, pues… Creo que Enseñanza Mágica, ¡y la imparte Dumbledore! —exclamó Geneva, aunque parecía ausente y no muy segura de lo que estaba diciendo.

Harriet levantó la cabeza y observó que Harry era el primero en abandonar la mesa de Ravenclaw. Iba con los puños cerrados, pero con el semblante serio y decidido a decir lo que tuviera que decir. Miró a Harriet dos segundos, lo justo para hacerle un gesto con la cabeza y darle a Harriet la pista que necesitaba: Harry iba de manera muy seria para sentenciar algo. Niall también miró a Harriet y ésta se levantó con timidez, dando una vuelta a la mesa para dirigirse a Ryan.

    Tengo que terminar una cosa… Ryan, te veo luego, justo en la entrada de tu sala común.
    ¿Estás bien? ¿Necesitas algo? —su cara dejó ver un deje de preocupación.
    Estoy bien —dijo rápidamente—. Luego te veo —concluyó dándole un suave beso en la mejilla.

Harriet salió del Gran Comedor, todavía con el pastel de fresas en la garganta y el corazón latiéndole con fuerza. Niall la esperaba fuera, como si fuera a enfrentarse a la entrega de las calificaciones de un examen de Pociones. Al verla, pareció relajarse.

    ¿Quieres dar un paseo? —preguntó.
    Tampoco tenemos muchos sitios a donde ir, pero al menos podemos salir a la Nueva Bóveda —dijo Harriet—. Lo vi antes de refilón en nuestro análisis del castillo —añadió con una sonrisa.

La Nueva Bóveda era el único espacio que era nuevo en Hogwarts. Era un espacio abierto, con una gran fuente justo en medio, desde el cual se podían ver los terrenos y el Bosque Prohibido. Había diversos bancos, mesas y lugares de estudio donde los estudiantes podían relajarse entre clase y clase. Permanecía abierto incluso cuando el acceso a los terrenos estaba cerrado. Fueron caminando a paso rápido, Niall con los puños empapados en sudor y los ojos fijos en la superficie al aire libre, que se veía a lo lejos.

Una vez allí, ya habían algunos estudiantes que habían terminado de cenar y estaban viendo las estrellas o leyendo algún libro ajeno al estudio. Niall se sentó en el banco más lejano del gran arco que simulaba una puerta, y una estatua de un antiguo director de Hogwarts, lo saludó con alegría. Pasados unos minutos de incómodo silencio, Harriet comenzó a hablar:

    Hubo un lapso de tiempo en el que creía que me querías ¿sabes? Pero no en cuestión de sentimientos por supuesto… No. Ahora mismo eso es secundario —comentó, asustada—. Hablo de amistad incondicional, de ese tipo de amistad de sentarnos en la biblioteca a buscar soluciones para los deberes de Transformaciones, de esas que descubres con el tiempo que son mucho más especiales y valen más la pena que cualquier beso escondido en la Torre de Astronomía. Recuerdos relacionados con una cerveza de mantequilla en Las Tres Escobas sin necesidad de nada más, más que las propias risas. Tiempo para estar juntos, aunque fuera para estudiar —suspiró y cogió aire, mientras veía como un pequeño gnomo entraba con disimulo por una grieta en el suelo y ayudaba a subir a otro compañero—. En serio, olvídalo. Olvida el pasado, está totalmente borrado. Ahora mismo no quiero —y susurró algo parecido a un no puedo— arrastrar más malos recuerdos o dentro de poco me llamará el Ministerio de Magia para ser un dementor y tendré que desistir mi deber como auror.

Harriet parecía haberse quitado un peso de encima, pero no del todo. Sonrió a pesar de la sensación de pesadez que iba desapareciendo lentamente del pecho, pero Niall parecía que tenía una fiera triunfante rugiendo en su interior.

    Harriet, tú no eres un dementor. Más bien eres todo a lo que te quieres dedicar: eres un auror. Y de los buenos, me atrevería a decir, pero sinceramente no quiero interferir en tu vida a estas alturas a menos que sea lo que tú necesites. Sé que ahora mismo no podemos estar juntos, porque sé que lo que más quieres en este mundo es matar a Liam —dijo sin más—. Es una razón muy noble por tu parte. Sé que tienes miedo de que todo lo que le está haciendo a Geneva me lo haga a mí también, y sé que por eso me dijiste que no querías verme más aquella noche, para que no me relacionara más contigo… Pero es que a mí no me importa estar a tu lado y morir si hace falta. Tú lo has dicho. Antes de estar enamorado hasta las trancas de ti, soy tu amigo. Era tu mejor amigo, te cubría las espaldas siempre que podía, estaba para ti. Sigo estándolo, Harriet.

Otro de los muchos detalles que Hogwarts había querido guardar, era mantener los respectivos retratos en las respectivas salas comunes, así que después de pasar por la sala común de Hufflepuff y decirle a Ryan que a la mañana siguiente irían juntos a desayunar, marchó sola en dirección a la torre de Gryffindor. No había ni rastro de Geneva ni de Zayn, y tampoco había mucha gente en la sala común, salvo el chico que la había llamado loca la noche anterior con dos amigos más que intentaban realizar un mapa de Astronomía y relacionarlo con el comportamiento de ciertas plantas según el ciclo lunar.


Harriet se sentó en el sofá más próximo a la chimenea, que estaba vacío, y se quedó pensando en las palabras de Niall. El hecho de que Niall conociera tanto a Harriet para saber que a pesar de los lazos de sangre, el mayor deseo de la chica fuera matar a su propio hermano, hacía que el pelo de la nuca se le erizara. Seguía confiando en que podría hacerlo y en que debería de hacerlo pronto, lo que también le hizo pensar a Harriet en la manera en la que tendría que empezar a investigar dónde podría estar Liam y cómo era capaz de interferir en Geneva de aquella manera si estaba sumergido en el missere. La manera en la que lord Voldemort había sido capaz de entrar en las cabezas de los anteriores tesoros para destrozarlos, matar a gente por ellos o intentar quitarles la vida, asustaba a Harriet de manera brutal. ¿Sería Geneva el tesoro que Liam estaba empezando a crear? ¿Tendrían que enfrentarse a Liam a través de Geneva, simplemente con la idea de que tenía que morir tarde o temprano?